En el templo de San José, ubicado en la 2 norte y 18 oriente, existía un árbol frondoso, hasta que un día un rayo lo derribó. Cuentan que, para aprovechar la madera del tronco, el párroco de la iglesia mandó a tallar con un artesano la imagen de Cristo en una de las caídas del vía crucis, las hábiles manos del artesano dieron como resultado una imagen que representaba la piedad y la compasión.
La imagen del Padre Jesús de las Maravillas o el Señor del Rayo, como en un principio se llamó; simula una de las caídas, se venera en el templo de Santa Mónica, ubicado en la 5 de mayo y 18 poniente, frente al antiguo hospital de San Juan de Dios, el cual funcionó también como penitenciaría.
La leyenda cuenta que todos los días una mujer acudía a la cárcel de San Juan de Dios para visitar a su esposo, le llevaba los alimentos y las cosas que él necesitaba. En una de las visitas conoció a un hombre a quien nadie iba a visitar, lo que le inspiró una profunda lástima, quien movida por la piedad, comenzó a llevarle alimentos sin que su esposo o supiera, acto que llegó a convertirse en una amistad, misma que continuó aún después de que su marido abandonara el reclusorio.
No faltó entonces quien avisó al marido sobre las acciones que la mujer realizaba, así que un día la espero fuera del penal para ver si lo que le contaban era cierto.
-¿Qué llevas en la canasta?- le preguntó, la mujer sorprendida y llena de miedo sólo alcanzó a encomendarse al señor del rayo y le respondió: “llevo maravillas para el señor”…, a lo que el esposo, incrédulo; no pudo más que destapar la canasta y descubrir que adentro de la canasta se hallaban las flores amarillas como maravillas.
Así, ante el milagro, los esposos entraron de rodillas a la iglesia; ahí la esposa le confesó a su marido la verdad: le llevaba alimentos a un hombre pobre…El esposo y ella fueron a buscar al hombre a la prisión pero no lo hallaron, y aunque preguntaron por él y por más que dieron el santo y seña nadie supo darles respuesta, por lo que la pareja llegó a la conclusión que era el mismo Cristo quien les había puesto una prueba de amor a la pareja.